Después de
desayunar (café en polvo, leche en polvo, azucar en polvo y agua
caliente, ellos además añaden te de bolsita, lo probé (de
perdidos al río) y no lo recomiendo), nos dirigimos a Ende.
Ende está
enclavado en plena falla de Bandiagara. Los habitantes de país
dogón, cuando llegaron a la zona, se situaron a los pies de la
falla. En la parte vertical de la falla vivían ya unos pigmeos.
No se sabe como podían acceder a los edificios y es por ello que
se les atribuían poderes extraordinarios como la capacidad de
volar. Los pigmeos se extinguieron y los dogón continuaron
habitando a los pies de la falla.
Así que además
de los edificios de los pigmeos también vemos los pueblos
habitados de los dogon. Vemos como un hombre hace cuerda a partir
de la corteza de los baobabs: ahora entiendo porque estos están
siempre pelados por la parte de abajo.
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Los habitantes de
la zona son muy amables. Son gente curiosa y además nos acogen
muy bien. Los niños nos explican, orgullosos, que van a la
escuela y aprovechan a practicar con nosotros el francés que
aprenden. Son buenos anfitriones y se entiende, por su manera de
actuar, que la vida aquí es dura.
Después de la
visita vamos a buscar un lugar resguardado del sol para
descansar y disfrutar de la compañia.
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