Y
llegamos a Bamako por la mañana después de que perdiéramos el
avión Dakar - Bamako el día anterior. Allí, en el mismo
aeropuerto, nos reunimos con el guía senegalés (Mandoumbe)
que habíamos contratado para que nos hiciera todas las
negociaciones durante el viaje. El
plan era ir a Bamako y contratar un coche de nueve plazas que
estuviera lo suficientemente bien para poder llevarnos hasta
País Dogon y luego volver. Para ello contratamos, por
teléfono, un coche de la casa Hertz. Al verlo llegar supimos
que no hacía falta buscar más, que habíamos encontrado
nuestro medio de transporte y, también nuestro chofer (Souleyman).
En Mali (y en Africa en general) las negociaciones son largas y
el tiempo de espera se hace pesado. Sin embargo, es necesario
negociar siempre.
Cuando
terminamos las negociaciones ya era la una, así que nos pusimos
en marcha para poder llegar a tiempo a Segou donde habíamos de
pasar la noche.
El
grupo lo formábamos siete personas y el viaje empezó. El
primer contacto con tierras de Mali fue desde la ventana del
coche. Era la primera vez que viajaba a Africa y no me cansaba
de mirar: las gentes, los edificios, el paisaje...
Hemos
contratado un coche con aire acondicionado pero pronto nos damos
cuenta de que sí usamos el aire acondicionado, el motor se
calienta mucho: el radiador tiene agujeros y
nos pasaremos todo el viaje dando de beber al coche. Pero el
resto funciona bien (cosa difícil de conseguir) y aguantará
perfectamente todo el viaje.
En
vez de aire acondicionado descubriremos que es necesario el usar
un drapo mojado envolviendo la cabeza: es la única manera de
mantenerla fría y poder respirar un poco.
Pronto
aprendo la primera palabra: toubab que significa "piel
blanca".
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